viernes, 8 de febrero de 2008

Madrid-Cancún

Cuando llegué a Madrid, tan solo tuve tiempo de ir des de mi terminal a la terminal des de donde despegaba el siguiente vuelo, canviar 100 euros en pesos y comprarme un cartón de Malboro en el Duty Free. No compré Golden Virginia porque los cartones que venden son de 20 paquetes y pensé que se me acabarian secando, si hubiera sabido que en México no vendian este tabaco quizá me lo hubiese pensado de otra manera, lo cierto es que ahora ya no estoy a tiempo. Necesitaba fumar y me quedaba un cuarto de hora para coger el vuelo hacía Cancún, abrí el cartón, un paquete, un cigarro y directo hacia la zona de fumadores, una pecera donde el olor a tabaco se empapa en toda la ropa con tan solo rozar los vidrios. Fumé, cogí el equipaje de mano que llevaba, el billete y otra vez embarcado en un nuevo avión. Me dieron a elegir entre el Pais y el ABC, elegí el ABC, lo último que he leido de prensa escrita de un diario español, droga dura, tenía ganas de contrastar notícias.

El vuelo de Madrid a Cancún dura unas diez horas y cuarto. Todavía no se me borraba la imagen de mi padre, pero ahora ya sí que la ilusión por llegar era más poderosa. Al principio me senté en la butaca clase turista que toca al pasillo, pero al poco, mientras iba aposentandose el pasaje el compañero que me acompañaría durante todo el viaje un señor ya metido en los sesenta me dijo que no, que era él quien debía sentarse ahí, así que me tocó ventanilla. Una de las cosas curiosas que pasan cuando entras a un avión, son las miradas que se prodigan entre los pasajeros, a parte de buscar el asiento, una vez te has sentado, escrutinas con la mirada algún rostro conocido, pero a mí de momento no me ha pasado, aunque sabes a la perfección quien viaja solo o acompañado, quien es la primera vez que coge ese vuelo, o quien tiene la costumbre de volar en aquella dirección a la que tú ahora te diriges.

Fue un viaje largo, el más largo que he hecho en avión hasta el momento. Tuve suerte de compartir asiento con este señor, se llamaba Ramón, y él era de los que cogía el vuelo con bastante regularidad, de hecho, el tal Ramón vivía en Cambrils, y se dirigía hacía Cancún para la inauguración de un hotel que había construido, y el sí que conocía más gente, pues en ese vuelo había más gente de Catalunya, que también se dirigian a la inauguración de ese mismo hotel. Por lo que me dijo Ramón estos habian sido invitados por el dueño del hotel, un empresario catalán, a la inauguración, así que mi vuelo era compartido con unos ricachones y sus mujeres, alucinaba, como alguién tenía tanta pasta para pagar a unos colegas, ya la mayoría jubilados unas vaciones, pero bueno, en una avión también te das cuenta de la variedad de personas que llegan a habitar tu tierra, y no todos son como tú, unos jovenes ilusionados con un viaje.

El servicio a bordo fue digno, a mi entender, dos comidas y todo el café que quisieras, las típicas películas, la venta de productos sin impuestos, dormir, caminar, mear y esperar a llegar. Ramón me explicó un poco como era Cancún y yo le expliqué que iba a hacer en México, que iba a Chiapas a dar clases de teatro como voluntario y el también alucinó, porque el ya no tenía esos ideales, sinó que se había vendido a sus propios intereses, los del capital. A medida que nos acercabamos a Cancún se iba oscureciendo, y el mar de nubes iba adquiriendo ese tono anaranjado de las puestas de Sol, y en mi mente pensé lo que tardó y debió sufrir Colón en cruzar el amplio Océano que separa Europa y América.

Eran las doce y media de la madrugada hora peninsular y las siete y media hora mexicana, cuando daba mi primer paso en el nuevo continente, ya era real todo mi sueño estaba concentrado por un momento en la suela de mis botas, en los pasos que me llevaban hasta la aduana, donde me darian el visado, que por suerte me durará seis meses, sin antes contestar una serie de preguntas rutinarias y rellenar un clásico formulario. Una vez cruzada la tierra de nadie, el primer contacto con México, Cancún y su gente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola nino! Tot bé? Un petonàs des de Malgrat! Cuida't molt i sobretot passa-t'ho molt bé! Viu tots els moments a tope! Endavant, company! ¡Hasta la victoria siempre!