martes, 19 de febrero de 2008

Cancún



Cancún es una ciudad con dos ambientes, el Centro y la Zona Hotelera. Todo el mundo me había hablado de lo turística que era esta parte de México, pero hay que verlo par creerlo, Lloret de Mar, Marbella o Benidorm se quedan en la simple anécdota. Esta es una ciudad construida de la nada en menos de 40 años, un macrocomplejo para el turista occidental, todo está pensado para que se sienta en casa, boutiques Mango, Burguer King’s, Macdonald’s, excursiones organizadas, discotecas con solera como el Coco Bongo, etc.
Tuve la suerte, a mi llegada a la estación de autobuses procedente del aeropuerto, de encontrarme una pareja, la chica de Madrid y el chico del D.F. que me aconsejaron el hostal donde ellos se hospedaban, justo en Cancún Centro a unos quinientos metros de la estación de bus, y a menos de un kilómetro de la Zona Hotelera. El hostal es muy sencillo, pequeño y agradable, decorado con buen gusto. Tiene varios tipos de habitaciones, individuales, para parejas y una mayor compartida con cinco literas y dos camas, ahí es donde me aposenté durante tres dias. Esa noche me fui a dormir pronto, como a las diez de la noche, estaba cansado y el jet lag ya empezaba a jugarmela.
Por la mañana me levanté, bajé a la cocina y el vigilante, cocinero, recepcionista, Julio, un hombre de unos 50 años, con un cálido acento mexicano nada más verme ya me estaba preparando el desayuno, huevos revueltos, tostadas con mantequilla y mermelada, jugo de manzana y café, bastante asqueroso, pero delicioso cuando te lo tomas en un patio verde pensando que ese es tu primer día de vacaciones, antes de llegar a Tuxtla y después de un año de trabajos, casi forzados.
La dueña del hostal Quetzal, así es su nombre, se llama Mónica, una americana de origen irlandés y holandés, con doble o triple nacionalidad, exuberante rubia retocada en los pechos, labios y quizá pómulos. Con este escultural cuerpo siempre vestía tejanos ajustados y camiseta arrapada a sus tentadores pechos siliconados, su trato es agradable y su hostal una perla en medio de los complejos turísticos, para el viajero que busca tranquilidad y gente joven que viaja con su mochila como único equipaje, el precio es modesto en comparación con los hoteles y el servicio es de lo más digno y limpio.
Esa misma mañana mientras intentaba conectarme a Internet con mi trasto, he conocido a otra americana, una chica delgadita, de pelo negro, media melenita, con los ojos verdes y la tez blanca, de Minesota que al igual que yo se dedica al teatro, su nombre es Telsche. Curioso verdad, en una ciudad que debe albergar a mas de quinientos mil turistas, encuentro a alguien con quién compartir unos objetivos bastante parecidos a los que me han hecho cruzar el charco. Bueno lo mejor será no adelantar acontecimientos y dejar que todo vaya sucediendo como va marcando las pulsiones de nuestro reloj interno. La chica es muy simpática y habla un castellano con un marcado acento americano. Con ella fui a la playa, o al menos lo intentamos, ya que para cruzar de la carretera principal donde te dejan todos los autobuses que van a la Zona Turística, único lugar donde es aconsejable ir a la playa, si no quieres darte de bruces contra las piedras, hasta la blanca arena y el aturquesado mar de las postales se erige una muralla de gigantescos hoteles, que se han instalado justo en la orilla. Me doy cuenta entonces que es muy agradable la compañía de esta chica, aunque no me acuerde de su nombre, un tanto raro, Telsche. Me dice que es de origen alemán e irlandés, no hay ningún americano, americano, es una tribu que se está construyendo a si misma todavía, cosa que reconoce Telsche, por eso me gusta conversar con ella porque compartimos algo más que el teatro, puntos de vista sobre política, comida y literatura, y que hay más en esta vida. Por ejemplo en el Teatro que trabaja, cada año invitan a los Bread and Pupets un famoso grupo de marionetas gigantes y teatro de calle, sobre los cuales hice un pequeño trabajo en el Institut, creo que no voy a perder el contacto con ella una vez regrese a Europa.
En el hostal Quetzal, también se hospedan a parte de ella y de la pareja madrileño-mexicana, unas chicas holandesas, unos australianos, un irlandés bastante curioso que se dedica a viajar mientras hace de carpintero, y un mexicano bastante turbio que busca faena en algún hotel de lo que sea en Cancún, y eso es lo único interesante que tiene esta ciudad, que se está creando, formando, que la mayor atracción turística es ver como se va creando una nueva sociedad de recién llegados des de todas las partes de México, llamado por la fiebre del oro del turista, aunque hayan destrozado uno de los lugares, seguramente más bonitos del mundo.
Finalmente, y por fin, he conseguido lo que quería, viajar de esta manera, sentirme parte del mundo que camina, libre, volar solo conmigo y la mochila a cuestas, por cierto me parece que va a ser bastante engorrosa con tanto equipaje, así que llamo a Tuxtla para decirles que me esperen para el lunes, dejar los trastos y continuar con mis andanzas en esta parte del mundo.

2 comentarios:

Albert dijo...

Pakitu!! Aquí fent dentetes al personal amb les fotos!! jejeje. Bueno, d'aquí poquet ja estare per aqui. Com va tot?? Vinga tiu, aviam si parlem i ens possem d'acord!!

Cuid'at company! Ves posant en fresc unes "chelas"!!

Anónimo dijo...

Ei Paquito, molt be eh! Molta sort per aquí.
Ostres tu i en sanjuan junts per mexic??
Es farà un bon reportatge, no??
Molts petons desde malgrat!!! Cuidat